La economía que sostiene al mundo
Seguramente conoces a alguien, casi siempre una mujer, que cuida a un hijo, a un padre mayor o a un familiar enfermo. Desde fuera parece un asunto privado, un acto de amor dentro del hogar. En realidad, es mucho más: es la economía del cuidado, un andamiaje gigantesco de trabajo, en gran parte no remunerado e invisible, sin el cual nada más funciona.
Esa “labor de amor” tiene costos medibles: se calcula en billones de dólares, en cientos de millones de mujeres fuera del mercado laboral y en un peaje personal que rara vez se nombra. Aquí ponemos sobre la mesa datos y experiencias para iluminar esa realidad que sostiene al mundo sin aparecer en las cuentas nacionales.
Para dimensionar: la economía del cuidado genera alrededor de 381 millones de empleos (11.5% del empleo global). Y si sumamos el cuidado no remunerado, su valor anual ronda los 11 billones de dólares. Aun así, socialmente sigue escondida.
La desigualdad tiene números: 600 millones de mujeres fuera del mercado laboral
La columna vertebral de esta economía es la división sexual del trabajo. Las mujeres dedican, en promedio, 4 h 25 min diarios al cuidado no remunerado; los hombres, 1 h 23 min. La consecuencia es directa: 606 millones de mujeres en edad de trabajar permanecen fuera de la fuerza laboral por responsabilidades de cuidado; entre los hombres, la cifra es cercana a 41 millones. No es una suma de decisiones individuales: es un problema sistémico.
Además del tiempo y el desgaste emocional, el costo económico es enorme y poco discutido. Un estudio clásico estimó una pérdida patrimonial de más de 650 mil dólares a lo largo de la vida de quien cuida a un familiar mayor, considerando los salarios no percibidos y las pensiones futuras menores. A esto se suma la doble presencia: tareas domésticas y más de ocho horas diarias de cuidado, lo que empuja a muchas mujeres a la informalidad para sobrevivir, con mayor precariedad y agotamiento. La sobrecarga no es anécdota: es estructura.
Incluso en el sector profesionalizado del cuidado, la brecha salarial de género es mayor que el promedio global: alrededor de 24% frente a 20%. Los hombres siguen concentrados en los puestos mejor pagados y las mujeres en los peor remunerados. No solo importa quién cuida, sino que también importa cuánto valora la sociedad ese trabajo (una pista: mucho menos de lo que debería).
Cuidar a personas mayores: más complejo que criar
Solemos pensar en el cuidado infantil en particular en la primera infancia, pero el cuidado de personas mayores plantea desafíos específicos que estarán cada vez más presentes conforme cambia la configuración de las familias:
El ciclo de vida invertido. Mientras la crianza avanza hacia la autonomía, el cuidado en la vejez suele implicar un deterioro progresivo y una mayor dependencia, a menudo conllevando la muerte del ser querido. Muchas familias atraviesan una crisis de distribución de cuidados: hijas e hijos asumen el rol de cuidadoras/es de sus propios padres, sumado al cuidado de las infancias y al sostenimiento del hogar.
Imprevisibilidad y logística compleja. La necesidad suele surgir tras una crisis (una caída, un ACV) sin tiempo para planificar. Coordinar atenciones médicas, apoyos domiciliarios, seguros y trámites legales convierte el cuidado en una gestión permanente.
Otra capa invisible: personas mayores cuidando a otras personas mayores. En estudios con cuidadoras informales, la edad promedio supera los 64 años. Hablamos de una población con propios retos de salud, que asume trabajos físicamente exigentes, emocionalmente duros y socialmente poco reconocidos.
De la invisibilidad a la corresponsabilidad
El cuidado no es un asunto privado: es infraestructura social que requiere inversión sostenida. La OIT propone las 5R: reconocer el valor del cuidado; reducir la carga con servicios e infraestructura; redistribuir responsabilidades entre Estado, mercado, comunidad y hogares —y entre hombres y mujeres—; recompensar con trabajo decente; y garantizar representación y diálogo social.
El paquete transformador combina licencias corresponsables y bien pagadas, servicios universales y de calidad para primera infancia y cuidados de larga duración, y condiciones laborales dignas en el sector. Cerrar las brechas de cuidado puede crear cientos de millones de empleos hacia 2035 y demanda una inversión anual del orden de 4–5% del PIB mundial, con retornos en empleo, ingresos fiscales y reducción de la pobreza.
La tarea es compartida: gobiernos con coordinación interinstitucional, pero también con presupuestos suficientes y metas claras; empresas con corresponsabilidad real; y hogares con todos sus integrantes, haciendo énfasis en que los hombres son la única manera de sostener la vida.